La mansión del
difunto hechicero (Mephilver lemon)
El verde de los
pinos me llamaba la atención ante el hermoso paisaje de aquella fauna tan
silvestre. Había tenido muchos años dentro de la ciudad, apartándome de mi
deseo de vivir en las montañas o en algún bosque lleno de naturaleza, hasta atiborrarme
de su fragancia y no querer volver a algún sitio donde su cielo fuera
revoloteado por el smoke en vez de aves del bosque. Una sonrisa se plantaba en
mi rostro, conmovido por el tan esperado viaje que me mantuvo despierto desde
la madrugada. Desde pequeño siempre había deseado ir en un tren, con una ruta
larga y con una buena vista de la flora.
A pesar de la
alegría que me envolvía en aquel momento, me sentí hostigado, pues ahora más
que nunca deseaba pintar, plasmar lo que veía, sintiéndome totalmente
inspirado. Lamentablemente me sería imposible dibujar hasta en el vidrio de la
ventana, con el fuerte movimiento del tren pasando por las vías que tenían más
de cien años en uso, o eso suponía. Solo me emocionaba la idea de llegar al
pequeño pueblo de Roublin, hospedarme en alguna posada y sacar mi maleta con
mis lienzos y pinturas para poder dibujar el paisaje camino ahí.
Me distraía de mi
objetivo principal, mi trabajo. Se suponía que tenía que ir hacia unos terrenos
un poco apartados del pueblo, como me había mandado mi jefe. Tenía que revisar
su estado, comprobar si había algún invasor o difunto propietario y venderlo
hacia una empresa deseosa de expandir sus industrias o algún tipo de comercio,
eso dependía de quien quisiera comprarlo. Mis ansias de comenzar con mi dulce
pasatiempo al llegar se iban haciendo polvo con tener que pensar en mis
deberes, pero no me quedaba de más.
Cual gato asustado,
gire mi cabeza en donde se escuchó un abrir de puertas. Un erizo azul pálido,
mayor edad, entraba al vagón con su maleta y bastón, sin embargo no me
tranquilice mucho. Él y yo éramos los únicos ahí, y la verdad, me incomodaba
estar con alguien a solas en cualquier lugar cerrado, sin importar quien fuese. Me exasperaba el hecho de estar con alguien sin poder conversar y tan solo
estar ahí con él en silencio, era abrumador.
- Buenas tarde, joven – Dijo el erizo.
- Buenas tardes – Dije seguido, estando un poco
nervioso pero aliviado de no tener que estar callado todo el viaje junto con
otra persona. Ya estaba frente a mí, viéndome con alegría, estando más cerca,
pude notar como lucía un bigote inusual, que normalmente me daría gracia al verlo,
unas ropas elegantes algo añejadas y más sus zapatos de punta.
- Veo que eres nuevo por estos recorridos.
- ¿A si? ¿Cómo lo sabe? Señor – Respondí con
interés, esperando al que el viejo se sentara para continuar lo que decía.
- Viajo con frecuencia desde la ciudad hasta mi
pueblo. Muy pocas veces veo caras nuevas – Sonreí, al igual que el señor, me
alegraba tener que hablar con alguien tan astuto como aquel roble viejo.
- Es usted muy listo señor. Vengo por unos
asuntos de mi trabajo, buscar un terreno baldío sin propietario para venderlo a
alguna interesada empresa – Contándole al viejo mis asuntos, fui cortes en
luego extender mi mano para presentarme – Soy Silver the Hedgehog, es un gusto.
- Charles the Hedgehog – Estrecho su mano con firmeza
viéndome a los ojos ahora con seriedad – Dime… ¿Qué clase de cosas quieren
traer al pueblo Roublin? A nosotros no nos gustan ningún tipo de industria que
traigan contaminación ni nada similar.
- No, tranquilo señor – Dije algo nervioso. Era
obvio que al señor y todas las personas del pueblo preferían mantenerse sin
algún cambio moderno que afectara de manera drástica sus vidas – Pensamos
vendérselo a buenos empresarios con deseos de esparcir sus comercios de
alimentos y ropa, nada fuera de lo común, solo negocios pequeños.
- … De acuerdo, muchacho. Perdóname mi
hostilidad, pero ya ha pasado varias veces y con nuestra poca suerte, hemos
podido sacar a esos vulgares contaminadores de nuestros aires y suelos,
sabiendo ellos mismo que no tenían mucho que hacer en nuestro pequeño pueblo –
Tranquilizándose la tensión entre nosotros dos, suspire aliviado de que el
señor no me tomara rencor.
- Le aseguro que será para bien este negocio,
señor Charles – Le dije con una cálida sonrisa de seguridad.
- Está bien, llámeme Chuck – Devolviéndome la
sonrisa, me hizo sentirme aún más seguro de lo que fuera a decir - ¿Y usted
tiene algún sitio en donde quedarse en nuestro pueblo?
- Bueno, siéndole sincero, esperaba buscar
alguna posada al llegar – Le respondí nuevamente con una risa nerviosa. De
seguro pensaría que soy un vago por no tener a nadie quien me ayudara a encontrar
en donde quedarme.
- ¿Qué tal si te muestro el pueblo y le ayudo a
conseguir alguna posada? – Me había aliviado los problemas, sonreí y solté una
risa de emoción.
- ¿Enserio? Valla, en verdad se lo agradecería
mucho – Sin contener alegría alguna, estreche otra vez su mano moviéndola de
arriba abajo rápidamente - ¡Gracias, gracias, gracias!
- Tranquilo, Silver, normalmente es lo que hago
cuando alguien nuevo llega al pueblo, es mi trabajo de medio tiempo – Sacándome
a la realidad, deje mis emociones a un lado.
- ¿Ósea que me va a cobrar? – Pregunte nervioso
de que fuera así.
- Por supuesto, nada es gratis chico – Era de
entender. Asentí lentamente con una sonrisa no muy convencido, pero aun así
agradecido de encontrármelo.
- ¿Y usted estaba buscando en algún vagón una
cara nueva para convertirlo en su cliente del día? – Le dije en tono de broma,
pensando que eso era lo que estaba haciendo. Soltó una tenue carcajada a lo que
dije, respondiéndome la pregunta.
- Claro que no. Siempre vengo a este especifico vagón,
en este mismo asiento desde que era pequeño – Moviéndose de un lado en el
mueble, levanto el colchón, descubriendo bajo este la madera tallada con
nombres y rallas – Cuando inauguraron la vía hacia este pueblo mi madre y yo nos
mudamos con nuestro abuelo y fue aquí donde conocí a unos viejos amigos que en
ese entonces escribieron sus nombres aquí junto al mío – Me fije en los nombres
tallados en la madera: Chuck, Bark, Matilda, Cocoa y entre otros – Estos de
aquí son mis mejores amigos, chico. Dos de ellos aún permanecen en el pueblo,
otros, simplemente se fueron a la ciudad.
- ¿Y eso tiene muchos años entonces? – Dije con
impresión, sin dejar de ver todos los nombres marcados, que eran varios con
diferente caligrafía.
- ¿Me estas llamando viejo? – Dijo en tono de
broma para volver a ponerme nervioso.
- ¡No! Yo digo… Que debió de pasar mucho tiempo
este trozo de madera tallado, no lo han quitado desde entonces… - Viendo la
sonrisa burlona del señor, sonreí de igual modo, viendo la trampilla en la cual me
tomaba.
- Claro que sí. ¿Ves las rayas tachadas al lado
de cada nombre? – Observe en donde se apuntaba su dedo, viendo los numero
romanos – Si, tenemos nuestro años, los números que ves ahí en la edad de cada
uno – Habían varios nombres sin tachar los números romanos, y otros que si
tenían varias tachaduras luego de corregir la edad.
- Es increíble… - Observando el numero al lado
del nombre de Chuck, pude concluir que tenía ya sesenta y tres años – Usted ya
tiene más de sesenta año ¿No es así?
- Pronto cumpliré los sesenta y cuatro dentro de
unos días – Añadió alegre.
- Qué bueno ¿Y aun se siente saludable?
- Como si tuviera cuarenta – Dijo tomando el bastón
con fuerza como si fuera un hombre joven y lleno de energía – Si aún sigues
estando en el pueblo puedes venir a la pequeña fiesta que me aran mis amigos y
familiares – Prestando atención a lo que decía el viejo, mi mirada seguía
leyendo los nombres en la tabla, observando que el ultimo decía: Mephiles y vi al lado de este las letras CCLV.
- Sera un placer, gracias – Contestándole al
señor, asentí con agradecimiento sonriendo de oreja a oreja, contento de tener
un nuevo amigo.
Fue bastante
agradable el viaje hasta llegar a la estación. Estuvimos conversando sobre la
vida en la ciudad, a comparación de la de un pueblo lleno de tranquilidad,
hasta pasar a otros temas. Al bajar del tren pude notar que la estación era
bastante desértica, algo normal en un pueblo acostumbrado a lo sencillo y tranquilo,
nadie desearía ir a las ciudades ruidosas y trajeadas fuera de sus pacificas
vidas en un pueblo.
- Vamos a tomar unos carruajes para llegar al
pueblo – Dijo Chuck tomando su pequeña maleta y la mía.
- Tranquilo señor Charles, yo puedo cargar mi
maleta – Tratando de tomar mis cosas este se negó alejando mi maleta de mi
mano.
- Ya estamos comenzando con la expedición, usted
simplemente se encarga de prestar atención con los detalles culturales – Llevándome
tras la estación, monto las maletas en un carruaje para luego subirse a este,
indicándole al conductor a donde nos dirigíamos – Móntate, muchacho – Tendiéndome
la mano, me ayudo a subir al carruaje. Me acomode al incómodo y duro asiento y
asentí, indicándole que estaba listo para que arrancara – Vamos.
Había tenidos años
sin montarme a alguna carrosa, luego de que los primeros carros salieran a la
venta. Me costaba bastante mantenerme quieto con el movimiento de los caballos
acarralando el carruaje, pero aun así me emocionaba la idea de la excursión con
mi nuevo amigo, alrededor del bosque hacia el pueblo de Roublin. Cuando vi a la
distancia el pueblo, me emocione levantándome de mi asiento, casi tropezando y
caer si mi amigo Chuck no me hubiera sostenido con fuerza.
- Cuidado, amigo – Volviéndome a sentar calmo mis
ansias – Parece que este trabajo que harás será más como unas vacaciones ¿No?
- De seguro que si – Moviendo mi pie inquietado,
me preparaba por conocerlo todo en el pueblo - ¿Crees que podíamos ir más
rápido? – Le pregunte al conductor.
- Más rápido – Dijo el conductor, moviendo las
cuerdas de los caballos, haciendo que el carruaje acelerara rápidamente - ¿Así
de rápido?
- ¡Si! – Sintiendo el viento en mis púas, me
incorporaba más en mi asiento, eufórico por la velocidad en la que íbamos.
- ¡Ah! ¡Demasiado rápido, demasiado rápido! –
Gritaba Chuck, asustado por caerse. De inmediato, el conductor bajo la velocidad
de los caballos y continuamos la mitad del camino lento - ¿Cómo se le ocurre ir
a esa velocidad? ¿No sabe que uno tiene accidentes de ese modo?
- Perdone, señor Charles… - Me disculpe un poco
apenado.
- Te dije que me llamaras Chuck… - Dijo en un
refunfuño inentendible – Estos jóvenes de hoy, no comprenden el peligro de
caerse de un carruaje… - Ya llegando al pueblo, Chuck me dirigió la palabra,
dándome un sermón de la historia del lugar – En el año 1780 se le nombro a este
pueblo Roublin, por el fundador Roublin, su apellido es desconocido, sin
embargo, él hizo posible todo esto y ayudo a hacer la entrada del pueblo –
Señalando el gran arco de la entrada hacia el pueblo, leí lo que estaba
escrito: Bienvenidos.
- Impresionante… Cuénteme más – Pedí mientras
observaba las bellas casas hechas de madera.
- Me agradan los muchachos que escuchan, así se
habla. Aparte de fundar la alcaldía e invertir sus ahorros de su vida en todos
los arreglos del pueblo, mando a construir una gran mansión enorme y
esplendida, para hacer las fiestas de año nuevo, primavera e inicio de verano.
- Debió de tener mucho dinero y bastante
humildad ¿No? – Comentaba a la vez que saludaba a una pequeña conejita que me
devolvía el saludo.
- Eso es lo que cuenta la historia… Sin embargo
– Dijo para hacer una pausa dramática, tomando mi concentración hacia él de un
solo golpe – Cuando se terminó de construir la mansión, un hombre misterioso,
un brujo, vino a invadir la mansión, proclamando que las tierras donde se había
construido esa mansión eran suyas por sus antecedentes.
- ¿Y qué le hizo al señor Roublin? – Pregunte
intrigado, pero Chuck me dio una cara molesta por estarle interrumpiendo.
- Pues… Trato de echar a todos de ahí y asesinar
a Roublin, pero con suerte, fallo en su intento y lo mandaron a quemar
fuera de la mansión – Con un tono de voz seca termino diciendo – Luego, supuestamente, maldijo a todos los que se adentraran en la mansión, que los atormentaría y que
les embrujaría hasta que se largaran del pueblo.
- Y…. ¿Eso es cierto? – Con miedo por la leyenda, le mire nervioso.
- Por supuesto que no, chico. Yo ya he estado en
la mansión y no hay ninguna maldición – Respondiéndome con reproche noto que me
encontraba algo asustado - ¿Acaso te da miedo las historias de terror? –
Pregunto burlón.
- Cla-claro que no… Solo respeto… Eso de los
muertos… Sobre todo los brujos… - Molesto por la manera en que me lo
preguntaba, me sentí ofendido por tomarme como una gallina.
- De acuerdo – Haciendo una pausa, me señalo con
su dedo la gran fuente que se encontraba en el medio del pueblo – Mira, que
hermosa es ¿No? – Señalándome a la estatua de la mujer en el medio de la fuente
observe que si era bastante guapa la estatua, sobre todo la emoción que
trasmitía, estaba arrodillada mirando al cielo, juntando sus manos como si
sostuviera algo en ellas, las alzaba como entregándole algo al mismo señor.
- Es hermosa – Exclame sin apartar la mirada del
rostro de ella, viendo como el sol reflejaba el brillo de esta como si
estuviera hecho de oro - ¿Quién hizo esa hermosa escultura?
- Nadie lo sabe. El mismo Roublin trato de
averiguarlo, pero jamás supo quién fue – Respondió antes de que el carruaje se
detuviera – De aquí en adelante caminamos, gracias Espio.
- No hay de que – Respondió alegre el camaleón,
marchándose luego de que me bajara con las maletas.
- Te daré un rápido vistazo del pueblo –
Caminando al lado de mí, avanzamos hasta quedar en la primera esquina – Haya a
lo lejos es el mercado, siempre abre desde el viernes y fines de semana – Mire
que este se encontraba cerrado aun siendo jueves. Volviendo a caminar conmigo,
me llevo un poco más lejos de ahí – Esa gran casa que vez por haya es la
alcaldía y al frente de esta está el banco ¿Bonito no? – Volviendo a caminar,
nos dimos la vuelta, dirigiéndonos a una avenida – Y aquí está el mejor bar del
pueblo, también conocida como taberna – Señalándome con el dedo hacia la otra
esquina de donde estábamos, señalo un restaurante – Aquel sitio se llama Caldero
mágico, irónico el nombre, a pesar que no lo muestra si no con aquella placa
colgante de ahí arriba – Me fije en la imagen y vi la silueta de una bruja
degustando lo del caldero con una cuchara.
- Está muy bonito – Conteste, agraciado por la
imagen.
- Y aquello de haya es otro restaurante. Hacen
un filete de cochino exquisito – Añadió desviando su mirada hacia una eriza
mayor pero bastante arreglada con sus atuendos con su linda sombrilla – Y
aquella doncella, exquisita igual, del hermoso cubre sol es mi querida esposa –
Dijo en voz alta para que la señora le escuchara.
- ¡Querido! – Exclamo la mujer desde la otra
calle, caminando rápidamente hacia Chuck - ¡Mi amor! Al fin volviste.
- ¡Claro que si, mujer! Te lo había dicho por el
telegrama ¿¡Que haces tan guapa a estas horas!? ¿¡Acaso me estas engañando!? –
Interrogo con molestia, pero con una sonrisa en su rostro que mostraba que solo
trataba de persuadir a su mujer.
- Mi señor. Iba directamente hacia la estación a
recibirte y lo sabes muy bien – Replico la señora ofendida por tal acusación,
golpeando levemente a su marido en el pecho.
- Claro que si, mi vida – Besándole del cuello le
hizo carcajear después de tomarla por un abrazo.
- Charles, basta – Sin darme cuenta, sonreía
ante tal escena romántica. Me cruce de brazos tras mis espaldas hasta que los
dos detuvieron su cariño - ¡Que modales los tuyos! ¡Señalas todo y a todos! ¡Y
haces siempre tu escenita en toda la calle!
- De eso vivo, mi amor – Bromeo tomándole de la
cintura, volteándola para presentármela – Silver, ella es Susana the Hedgehog,
Mi amor, Silver the Hedgehog.
- Mucho gusto, Susana – Le salude
reverenciándome elegantemente, provocándole una risilla a la dama.
- ¿Qué es eso? ¿¡Acaso le coqueteas a mi
esposa!? – Me gruño Chuck, provocando que me asustara.
- ¡No, no! Quiero decir… Solo quería ser cortes
– Viéndole al rostro, note que estaba bromeando conmigo. Que buen amigo tenía.
- No seas malo con él, cariño. Se nota que es
muy sutil con las personas y para nada extrovertido – Dijo Susana, viéndole con
dominio a Chuck – Es un placer Silver. Disculpa a mi marido, siempre es así,
espero te acostumbres.
- No será problema, señora Susana – Volviéndome a
parar firme le respondí con tranquilidad.
- ¿Eres nuevo por aquí entonces?
- Así es, vengo por negocios…
- Qué bueno. Espero que te agrade nuestro
pueblo…
- Bueno, muchacho. Sisculpa que te deje así pero
me tengo que ir con esta reina – Marchando hacia atrás, me avisaba por el fin
del recorrido.
- Emmm, está bien, ¿Pero en donde podría
hospedarme? – Preocupado le pregunte antes de que se fuera.
- Ve hacia la choza del caballero, está en la
esquina tras tuyo… - Girándose, tomo camino junto a su esposa dejándome solo en
aquella avenida.
- Ni siquiera me cobro la excursión – Dije para
mí mismo, tomando mi camino hacia la posada “La choza del caballero”
Al entrar, era como
cualquier posada de un pueblo alejado de la ciudad, viejo y hogareño. Pedí una
habitación en la taquilla y de inmediato el hombre tras el escritorio salió
llevándome a la habitación con desdén, dejándome frente a esta sin decir más
nada. Le agradecí pero apenas le importo lo que había dicho. Me adentre en la
habitación y olía a madera cortada. ¡Maldición! Como si fuera algún tipo de
droga, aspire con todas mis fuerzas, exhalando con un temblar al tener ese olor
en todo mi sistema.
Sin esperar ni un
segundo más, saque mi caballete, mi lienzo, mis pinceles y mis pinturas junto
con una tablilla para mesclar los colores. Sonriente mostrando cada diente de
mi boca, comencé a mesclar los colores en la tablilla, ya teniendo la imagen de
lo que pintaría en mente. Me dispuse a pintar el paisaje, no tan del clima frió
si no más con un toque tropical.
Pasaron las dos
primeras horas y ya estaba satisfecho con el fondo que había creado. Mire el
reloj de bolsillo que tenía y me di cuenta que ya eras las seis de la tarde,
rápidamente mire hacia la ventana y me percate que ya estaba oscuro, ¿Cómo
desperdiciaba mi tiempo de esa manera? Salí de mi habitación para dirigirme al
restaurante “Caldero mágico” Me fije en la imagen que colgaba del restaurante
antes de entrar y ver lo bastante limpio que estaba. El aroma del caldo y de
otros alimentos con sazón, surcaban el lugar, dejándome embriagado y más
hambriento de lo normal. Tome asiento en una mesa, esperando que alguna mesera
o mesero pasara por mi orden, después de varios minutos sin ser atendido tenía
que ir a tomar el baño, pero justo en el preciso momento vino el mesero.
- Disculpe la demora ¿Qué desea ordenar? –
Pregunto el enorme hombre con un pequeño cuaderno en mano.
- La especialidad, con cualquier bebida para
acompañar. ¡Ahora vengo! – Dicho esto rápidamente, corrí hacia los baños sin
vacilar. Tratando de entrar al baño, choque contra alguien, viendo un color
azul familiar me creí que se trataba de Chuck – Disculpa… Chuck…. – Pero al
percatarme mejor, note que no se trataba de él, sino de alguien muy parecido a
él pero más joven.
- ¿Chuck? Oh no, mi nombre es Sonic – Dijo el
erizo frente a mí - ¿Conoces a mi tío Charles?
- Eeemmmm… Si, digo… Tengo que irme – Continuando
mí marcha hacia los baños, interrumpí mi conversación, deshaciéndome de la gran
incomodidad que llevaba. salí de los baños con más alivio, volviendo a mi
asiento en la mesa.
- Hey, chicos, es ese de haya – Dijo una vos tras de mí. Me gire mirando tras mío al erizo azul junto a un zorrito y un echidna con
cara de pocos amigos. Me volví a girar asustado de haber molestado al tal Sonic
y que sus compañeros matones vinieran a darme una paliza, se sentaron conmigo
en la mesa rodeándome sin poder darme salida
- ¿Tú fuiste el que tropezó con Sonic en el
baño? ¿Eh chico? – Dijo el echidna rojo, viéndome amenazante.
- Eh…eh… Yo no…
- ¿Eres nuevo aquí no? ¿Vienes de otro pueblito
acaso? – Pregunto el zorro amarillo tras mío, ocasionando que todas mis púas se
erizaran.
- Yo… Yo… Vengo de la ciudad… - Respondí con
miedo mirando con el rabillo del ojo al zorrito.
- ¿¡De la ciudad!? ¡Genial! – Exclamo el erizo
azul con emoción - ¿Qué les dije chicos? Les dije que no aria mal conocer al
nuevo.
- ¿Enserio eres de la ciudad? ¿Cómo es haya? –
Interrogo el echidna con intriga, acercándose más a mí.
- ¿Haya hay de esos autos modernos? – Dijo el
zorrito sentándose en la mesa junto con los demás.
- ¿Haya los carros vuelan? – Pregunto nuevamente
el erizo azul, dejándome desconcertado con esa rara pregunta.
- ¿Qué? No, solo hay autos normales, eso es todo…
- Fijándome en las miradas de intriga del grupo de chicos proseguí contándoles
– También… Hay mucho ruido en el día al igual que en la noche… Y puedes ver
todas las tiendas que hay, hay tiendas de ropa, de relojes, de zapatos, de
todo…
- ¡WOW! ¡Suena estupendo! – Me alegraba saber
que estos chicos solo tenían curiosidad de quien era y de donde venía,
observaba sus rostros entusiasmados sin detener palabra alguna - ¿Haya venden
de todo?
- Así es – Le respondí al chico azul.
- ¿Haya dejan trabajar a los chicos? – Pregunto
el zorrito.
- Desde los trece hacia adelante – Conteste, viendo que el zorrito tenia ansias de ir hacia la ciudad a trabajar.
- ¿Hay panaderías? – Pregunto el echidna, muy
poco confiado de si la ciudad fuera un gran lugar.
- Panaderías, pastelerías, carnicerías,
charcuterías y sobre todos grandes y exquisitos restaurantes – Con un tono
audaz en mi voz le respondí, sintiéndome algún tipo de ente súper inteligente y
moderno frente a estos chicos de pueblo.
- Jajajajaja ¿No te abrió el apetito, Knuckles? Hay
de todo en la ciudad y más para nosotros – Levantándose de su asiento, el erizo
azul ínsito al echidna con un tono burlón – Él mismo lo ha dicho, la ciudad es
maravillosa.
- ¿Qué? – Me daba cuenta que estaba incitando a
un par de muchachos inexpertos a ir hacia una gran ciudad donde podrían
aprovecharse de ellos – Emmm chicos se equivocan… La ciudad no es maravillosa…
- ¡Oh sí! Disculpa, no me presente bien… Soy Sonic
the Hedgehog, ellos son Knuckles y Tails, son mis compinches – Dijo Sonic con
alegría, sentándose en la mesa al lado mío.
- Yo soy Silver, un gusto. Lo que trataba de
decirles es que la ciudad… - Interrumpiéndome nuevamente, el mesero trajo mi
comida, un montón de platos más un gran tarro de cerveza – Ammm… Disculpa, pedí
el especial y una bebida para acompañar, no pedí todos estos platos ni la
cerveza.
- Todos esos platos son la especialidad de hoy
muchacho y solo tenemos cerveza en este lugar – Me respondió con poca cortesía
adentrándose en la cocina.
- Mierda…. – Exclame viendo los cuatro platos
repletos de comida, pensando en cómo me comería todo eso – De seguro esto no
pasa en la ciudad…
- Cuéntanos más sobre la ciudad, por favor – Pidió
Sonic tomando un plato para comenzar a comer. De igual modo hicieron el zorrito
y el echidna prestando atención a lo que diría.
- Uf… De acuerdo… - Pasando todo el rato, les
conté como era la vida en la ciudad con todo detalle, dejándoles claro que no
sería como un día de campo al pasar por haya – Y simplemente no debes de
confiar casi en nadie, pues puedes ser robado, asesinado, golpeado o hasta
violado… - Termine diciendo con una pequeña risotada, finalizando mi comida
junto al tarro de cerveza que me había dejado algo mareado – Huy, esto está
fuerte.
- …. Entonces, no es un buen sitio ¿No? –
Desanimado, pregunto Sonic mirando su plato vacío.
- Bueno… Ningún sitio al que vayas será
perfecto, ¡Mírame! Apenas llegue a este pueblo hoy y todos me han tratado como
un renacuajo que no conoce de pueblos rurales y esas mierdas – Le conteste, tratando de tomar más cerveza de mi tarro pero me quede sin una gota ya hace
poco - ¡Relléneme este tarro con más cerveza y la cuenta por favor! – Grite
exhaustivo, golpeando el tarro contra la mesa.
- Ya creo que has bebido bastante amigo – Dijo
Tails tratando de detenerme.
- Ya tengo veinte años de edad, tu no me dices
que hacer pequeño… Me lo dice mi madre que tiene cincuenta y dos –
Intercambiando miradas el grupo, aguantaban en no reírse frente a mí tapando
sus bocas mientras sus cachetes se inflaban. Claramente me daba cuenta de eso,
pero antes de regañarles por su insolencia, una muchacha relleno mi tarro con más
cerveza fría, entregándome seguido un papel con la cuenta - … ¿¡Veinte y cuatro
dólares!? Maldición… Esto sobrepasa lo que traje…
- Tranquilo, nosotros pagamos nuestra parte –
Dijo Sonic, sacando un par de monedas al igual que sus amigos.
- ¿Enserio? – Dije incrédulo, pero con una
sonrisa alegre.
- Claro, después de todo comimos todos –
Entregándome las monedas, Knuckles me sonrió con confianza.
- Aquí está mi parte – Dijo Tails dándome sus
monedas.
- Muchas gracias chicos…. De verdad… - Tomando
las monedas, las junte con las mías, completando la cuenta – Si tuviera que
elegir entre la ciudad y un pueblo como este, elegiría por supuesto la dulce
mugre de la tierra rural.
- Qué manera de decirlo – Llamando a la mesera,
Sonic le entrego el dinero para luego levantarse de la mesa – Gracias por tu
tiempo Silver… Supongo.
- Vamos, hombre, no te deprimas por lo de la
ciudad – Animo Knuckles palmeándole la espalda a Sonic.
- ¡Esperen! – Me tome lo más rápido la cerveza,
eructando luego de acabármela, golpeándola en la mesa. Me levante y tome el
hombro de Sonic mirándole a sus ojos verdes – Sonic, no pienses que no puedas
ir a la ciudad, si es peligrosa, y no te aconsejaría ir a una, pero que eso no
te detenga. Eres bastante joven y el tiempo está a tu favor. Si en verdad
piensas y deseas ir a la ciudad puedes hacerlo…
- ¿De verdad crees que pueda ir algún día? – Con
alegría en sus ojos me miro, percibiendo que lo podría lograr.
- Claro que si ¿O acaso es imposible? – Le dije
sonriéndole.
- ¡Nada es imposible! – Alzando su puño hacia
arriba, se animó de inmediato - ¡Vamos a la ciudad chicos, tarde o temprano!
- ¡Si! – Dijeron al unísono los amigos del erizo
saliendo del restaurante – Adiós Silver.
- Hasta otro día Silver – Se despidieron
dejándome con la chispa del alcohol encendida.
- Adiós… - De igual modo salí del restaurante
con un va y ven que me mantenía lento en mi caminata. Iba de un lado al otro
sin poder tomar una postura correcta y caminar rectamente ¡Maldición! ¿¡Cómo me
había mareado de esa manera con tan solo dos tarros de cerveza!? – Pu… Ta
madre… Donde es que esta… Esta… - Balbuceaba sin poder pronunciar el nombre de
la posada.
De alguna manera había
llegado a la gran fuente del pueblo. Ni idea de cómo mierdas había caminado
hasta haya, pues la posada quedaba frente al restaurante. Era bastante tarde,
apenas veía ante toda esa oscuridad y nadie ahí se encontraba para ayudarme a
llegar a mi cuarto. Me recosté sobre la fuente y por una simple perdida de
equilibrio, termine cayendo adentro de esta, empapándome con la fría y congelada
agua.
- ¡Hay mierda! – Grite por el fuerte frio,
levantándome y tropezándome, cayéndome fuera de la fuente chocando mi rostro
contra el suelo – Auch…. – Me levante apenas y me sacudí la tierra que se
volvía barro con el agua en mi ropa – Soy un imbécil… - Estaba decepcionado
conmigo mismo. Apenas era el primer día y me había vuelto mierda en tan solo
diez minutos, mi impotencia me derrotaba en ese preciso momento, congelándome
cada parte de mi cuerpo, temblando como todo un pollo.
De seguro todos en
el pueblo sabrían del nuevo visitante de la ciudad, que en el primer día se
vino a emborrachar como todo un mugroso vago. La idea de ser un hazmerreír me
daba miedo y vergüenza, no podía contener mis lágrimas, me odiaba tanto…
Siempre fui el tonto de la oficina y ahora lo seria en todo un pueblo… Desearía
ser más potente, con más carácter y no estar en esta situación, ¿Pero que
podría hacer? Solo estaba ahí en el suelo lleno de tierra sin saber cómo volver
a la posada…
- ¡Hey tú! ¿Que haces ahí en el suelo
llorando? – Grito alguien al lado mío. Rápidamente voltee asustado, hacia
arriba de mí, viendo unos ojos verde pasto. Un hombre bastante alto me miraba
despreciablemente - ¿Vas a responder? ¿Acaso estas borracho? ¿Quién eres? – Sus
incesantes preguntas solo me irritaban, deje de verle y de inmediato me levante
dándole la espalda.
- Solo soy el nuevo chiste del pueblo… ¿Puedes
dejarme solo en mi vergüenza? – Le dije con molestia.
- ¿Eres nuevo en el pueblo entonces? – No le
contestaría, prefería ser un fantasma que alguien estúpido e ingenuo ante ese
extraño. Camine con torpeza lejos de él a ninguna dirección específica,
tropezando con algo en el suelo cayendo como todo un papanatas - ¿Necesitas que
te ayude a llegar a tu casa?
- ¡Déjame solo! – Totalmente furioso me gire a
mirarle con odio, pero este ya no estaba tras mío, si no frente de mi viéndome
con esos destellantes ojos - ¿¡Pero que!?
- Sí que estas bastante borracho, ven… Déjame
ayudarte – Sin pedirme permiso, me tomo de la cintura ayudándome a pararme.
- Dije que me dejaras solo… - Trate de alejarme
de este pero mis fuerzas no eran las suficientes para apartarlo - ¿Qué es lo
que quieres?
- Nada…. Solo déjame ayudarte… ¿En dónde vives?
- Estoy hospedándome en la posada La… La… -
Maldita sea con mi borrachera, ya no recordaba el nombre de la posada – No me…
Acuerdo…
- ¿La choza del caballero? – Pregunto caminando
conmigo.
- Esa… - La vergüenza cubría toda mi cara, sé
que estaba rojo, sentía el ardor de mi rostro como un fuerte calor en mis
mejillas – Gracias… Disculpa que me hayas tenido que conocer de esta manera… Me
llamo… Me llamo Silbooo… - Sentía ganas de vomitar, no podía ni decir mi
nombre. ¡Por favor! ¡Dios, mátame ahora!
- ¿Silver? – Termino de decir el sujeto, acertando a mi nombre.
- Si… Así es… - Estaba cansado, deseaba
acostarme, fuese donde fuese… Cerré mis ojos y sin darme cuenta me había
dormido.
- ¡Oye! – Lo escuchaba maldecir, de seguro
le era bastante pesado, pero ya no podía abrir mis ojos, ni moverme más. Pude
sentir como me cargaba y sin poder evitarlo me acorruque en su pecho, sintiendo
su pelaje en este, tan suave… Tan sedoso… - Tsk… Este ya se durmió…
El extraño hombre lo
llevo a la posada, adentrándose en esta sin que nadie lo viera, llevándolo a su
cuarto, dejándolo en su cama. Antes de irse, observo lo mojado que estaba,
lleno de tierra y mugre, viendo su fuerte temblar por el frio, decidió en retirarle sus ropas. Le quito su chaqueta, seguido su camisa, descubriendo su blanco
pelaje en su pecho.
- Es bastante… - Musito tocando el pelaje en su
pecho estrujándolo – Es bastante suave… - Desviando su mirada hacia el rostro
de Silver, se quedó viendo los labios de este, hipnotizándose en el movimiento
de estos – No… Vamos… - Saliendo de sus mórbidos pensamientos, le retiro sus
pantalones con violencia, para distraerse con un exacto punto, colorándose
completamente – Oh dios… - Miraba la entrepierna de Silver, asustándose seguido, pues este mismo se movió, acostándose de lado aun dormido. Sus ansias carnales
aumentaba rápidamente con tan solo mirar al erizo albino en ropa interior, pero
se mantenía los más posiblemente controlado.
Termino quitándole
sus zapatos, junto sus medias, dejándole expuesto al frio de la noche, viéndole
temblar, lo termino arropando hasta su estómago. Era tentadora la vista. El
apuesto erizo blanco tranquilo, tomando su cobija con un dulce rostro. No podía
evitarlo, había tenido muchos años sin estar con alguien. Lentamente se montó
en la cama, posicionándose sobre Silver, acariciando sus dulces mejillas carne
y tocando sus dulces y delicados labios. Estaba a punto de emergerse en un
beso, pero apenas el erizo abrió su boca, el hedor a alcohol le estampo en la
cara, haciendo que se levantara rápido, alejándose de ese olor.
- No, no… No quiero más cerveza – Dijo seguido
de un eructo girándose en la cama. El extraño no demoro más en salir de ahí, no
podía estar más tiempo fuera de sus terrenos. Salió sin despertar al erizo,
desapareciéndose en los rincones más oscuros del pueblo.
En la mañana, me
levante sin resaca, recordando casi todo lo que había hecho en la noche, pero me
estremecí al ver que me encontraba sin alguna de mis prendas.
- ¡AAAHHH! ¡ME HAN ROBADO! – Tocándome todo el
cuerpo, revise si no tenía alguna cicatriz o si habían abusado de mi – Ese
maldito extraño me ha robado, profano mi cuarto, me… - Deteniendo lo que decía,
mi fije que toda mi ropa estaba en una silla, completamente mojada – Él… Me
quito mi ropa… Mmmm…
Sin podérmelo pensar
mejor, me dije que había tenido bastante suerte en toparme con un hombre
bastante amable. Me vestí con mis otras prendas que estaban en la maleta, saque
unos papeles dentro de esta y luego de peinar mis púas y enjuagarme la boca, salí
hacia el pueblo, dirección hacia la alcaldía.
Mantenía mi perfil
bajo. Recordaba todo lo de anoche, pero con imágenes borrosas. Aquel sujeto que
me había ayudado no lo reconocí al momento, si me lo encontraba por ahí pasaría
bastante vergüenza, sobre todo si había contado lo muy mal que estaba anoche.
Llegue a la alcaldía y frente a esta, tome una bocanada de aire como si al
entrar el aire no existiría para mí, mostrando un rostro serio lleno de
profesionalismo, camine entre todos los pueblerinos dentro de esta. Escuchaba
los murmullos de las personas alrededor de mí, sudaba cual pavo en noviembre
pero aun con mi rostro tranquilo lleno de seriedad, fingiendo no prestar
atención a lo que decían las mujeres chismosas.
Escuchaba a las
personas murmurar sobre quien era y si me quedaría por mucho tiempo, si era
alguien mandado de las afueras por órdenes del alcalde, si era algún tipo de
policía o un hombre de la milicia en busca de nuevos reclutas. Con suerte, para
todas esas personas preocupadas, no era más que un empleado de una pequeña
compañía de venta de terrenos. Camine hacia un escritorio donde decía “atención
al cliente” y de inmediato un hombre salió de debajo del escritorio.
- Buenas, ¿En qué puedo ayudarle? – Pregunto el
cocodrilo tras el escritorio.
- Buenas, quiero hablar con el alcalde lo antes
posible – Le respondí tomando con firmeza los papeles en mano
- Disculpe, pero tiene que hacer una cita para
poder hablar con el alcalde… - Arquee una ceja de manera irónica. No le creía,
en un pueblo no existían las citas para ver al alcalde y menos en uno tan
pequeño y tradicional – Son ordenes de mi supervisora…
- Vera, necesito hablar urgentemente con él.
Tengo unos papeles aquí sobre unos terrenos que llevan una inversión desde hace
seis años y tengo que…
- ¿Unos terrenos? – Interrumpiéndome, el
cocodrilo se levantó de inmediato, marchándose de ahí – Discúlpeme, ahora vengo
– Pasaron dos minutos y volvió a aparecer – Por favor, venga conmigo, señor… -
Le seguí tras unas puertas para luego subir unas escaleras y entrar a una
habitación al final de esta – Aquí esta, alcaldesa Blaze.
- ¿Hhmm? – Una gatita morada revisaba unos
papeles hasta que se percató de nuestra presencia – Buenos días ¿En qué le
puedo servir, señor?.... – Esperando a que el cocodrilo le respondiera mi
nombre, este trago saliva, callando por el miedo.
- Silver… Y usted debe ser la alcaldesa Blaze
¿No es así? – Dije cortésmente, estrechándole la mano a la gata.
- Oh, gracias, pero no soy la alcaldesa, solo suplanto
a mi padre hasta que vuelva de la ciudad – Me confeso, con una sonrisa nerviosa. De seguro sentía que le iba a discriminar por tomar el cargo de un hombre, pero
era todo lo contrario, sentía admiración por el simple hecho de tomar
temporalmente el cargo de su padre – Y usted, señor Vector… Debería de
presentarse cortésmente ante sus clientes intercambiando nombres, ya se lo he
dicho – Regaño Blaze al cocodrilo.
- Si, lo siento, señorita Blaze – Se disculpó, saliendo de la habitación apenado.
- Bien… ¿Y de que quería hablar con mi padre? –
Fue caminando hacia el escritorio, sentándose en el sillón esperando - ¿Acaso
es sobre alguna deuda? Si es ese el caso, no le puedo ayudar hasta que venga de
regreso.
- Para nada, señorita Blaze. No es ningún asunto
que se le pueda escapar de las manos – Tranquilizándola, le entregue los
papeles en mano, esperando a que los leyera rápidamente – Trabajo en una empresa
que vende terrenos para otras empresas… He venido a este pequeño pueblo por
unos terrenos baldíos que están en nombre de ya un hombre difunto. Este mismo
hombre firmo unas escrituras de que esto quedaría al nombre del estado y
seguido estos fueron donados hacia nuestro sistema de venta…
- Ya veo… - Murmuro aun leyendo los papeles -
¿Entonces por qué necesitabas informarlo en la alcaldía?
- Bueno yo…
- ¿Acaso traerán algún tipo de sub-industria
contaminadora? ¿O algún tipo de negocio ilegal? – Sin dejarme terminar, me
preocupaba la idea de que mi jefe terminara vendiendo el terreno a algún tipo
de empresario de esa clase. Aun así, ese no era el motivo por tener que
comunicárselo al alcalde… Sino por un tipo de contrato que hace la empresa con
la ciudad o dueños del terreno. Normalmente la ciudad o capital le entrega
máximo el diez por ciento de las ganancias en la venta y al dueño del terreno
se le entrega el treinta por ciento; mintiéndole que se le entrega el cincuenta
por ciento - ¿Y bien?
- Pues… - Mi jefe me había dicho varias veces
que si la capital o ciudad no estaba informada del contrato, no se le debía
informar, pero no quería hacer eso con la hija del alcalde, igual si volvía y
se enterara que no le había entregado el diez por ciento de las ganancias, le
daría una gran reprimenda y no quería ocasionarle problemas – Se supone que se
le debe de entregar el diez por ciento de las ganancias en la venta a la
alcaldía… - Respondí apenado.
- ¿Enserio? Wow, eso es genial – Impactada por
la información, se levanto de su asiento levantando su cola por completo – Muchas
gracias, luego le mandas mis saludos a tu jefe junto con el de mi padre –
Alegre, me tendió su mano para estrecharla.
- Jejeje. Si, bueno… ¿Seria mucha molestia si le
pidiera en que parte se encuentra el terreno que indica en los papeles? – Aun
apenado, le pedí esperando a que me diera alguna indicación. No demoro en
chequear otra vez los papeles, pero de inmediato su sonrisa se espumo con una
nerviosa - ¿Qué ocurre?
- ¿Eh? No nada… - Aun mirando los papeles, me
los devolvió con su rostro pensativo – Esta algo apartado del pueblo, si
quieres te busco a alguien que te lleve hasta haya – Dijo aun inmersa en sus
pensamientos, caminando hacia la salida.
- De acuerdo… - Dudando, la seguí hasta llegar
al escritorio del cocodrilo.
- Vector, necesito que lleves a Silver hacia el
terreno de Roublin – Sin decirle más nada, se retiró tras la puerta.
- Pe-pe… ¡Pero señorita Blaze! – No pudo
protestar ante la orden. Refunfuño seguido de caminar afuera de la alcaldía –
Sígueme, Silver…
- Okey… - Viendo lo molesto que estaba le seguí
sin decirle alguna palabra hasta estar a las afueras del pueblo - ¿Ya llegamos?
- Falta poco, muchacho… - Contesto en un tono
molesto, haciéndome callar nuevamente – Bien… hasta aquí llego yo, tu prosigue,
desde aquí comienza el terreno de Roublin.
- Oye… ¿y este terreno tiene dueño? Lo que pasa
es que mis papeles dicen que… - Sin poder terminar de hablar, el cocodrilo ya
se marchaba sin siguiera avisarme, dejándome con la duda si estas tierras
tenían dueño.
Solo fruncí el ceño
y me gire para comenzar a recorrer las etarias del sitio, revisando si estaba
correcto los perímetros y sí que lo estaban, ya estaba a mitad del camino y
todo estaba en orden, sobre todo por el cercado que tenía esta, haciéndome más
fácil el trabajo, pero no todo sería color de rosas. Fijándome más en los
alrededores, note a lo lejos tras una pequeña colina una gran construcción, era
de temer, una gran mansión.
Uuuh dios me quede con la intriga...no demores en publicar o creeme que morire de las anciaaaas. Saludos :3
ResponderEliminarTranquil@, tengo esta serie adelantada, solo la he modificado un poco por que esta como si le faltara un tornillo XD Pero dentro de un par de semanas lo subo. Gracias <3
EliminarOooh si si y gracias a ti por responderme y no dejarme asi...a propocito soy un mocosa asi para que no tengas dudas xD lo espero con ansias :3
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarOkey un mocosa XD no comentes tantas veces la misma cosa no mas -w-
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